martes, 4 de octubre de 2011

viernes, 24 de junio de 2011

Vackaging

Escribo después de muchos meses de inactividad para hablar de una locura absoluta, el Vackaging. Gente que viaja dentro de cajas. No doy crédito!!! Dentro de poco contaré mássss...

martes, 24 de mayo de 2011

La fuga de Login


Dícese del momento en que un usuario ha de registrarse en Internet y abandona la página hasta los huevos de tanto login...

miércoles, 23 de junio de 2010

Time

No fue una casualidad entre un trillón. Fue él quien, por decirlo en boca de los que gustan hablar así, llamó a la puerta del destino. Su decisión de pedir a Jane un inocente favor cambió para siempre las riendas de su vida. Fue un extraño y sencillo cambio de cochero. Y en lugar de llegar al punto A alcanzó en cierto momento el punto H, dejando muy atrás momentos probables de su vida, como el C o el D, que no habrían distado tanto del destino original.

Sucedió así:

Jane, tú sabes que yo siempre llego tarde…
Ahá.
¿Cuánto de tarde?
No sé, Phil, no sabría decirte…
¿Dirías que…?
…suficiente para sentirme molesta.
Ya. ¿Muy molesta?
Depende del día. Como ya te conozco yo misma suelo llegar diez minutos tarde.
Diez minutos. Es decir, dirías que la media de mis –buscó la palabra- demoras sobrepasa los diez minutos.
Sí. A veces son veinte minutos. No hay nada de nuevo en esto, Phil, ¿por qué ahora…
Quiero cambiar eso. No pienso llegar siempre diez minutos tarde en mi vida. Es mucho tiempo para depende qué situaciones.

Jane calló.

Voy a adelantar el reloj.
Pero Phil, eso ya…
Escucha. Sé lo que vas a decir. Que eso ya lo he hecho en más ocasiones. Y al final ya sé cuántos minutos de adelanto lleva el reloj. Y acabo por deducir ese tiempo de mi reloj mental. Perfecto: eso no va a pasar más. Vas a ser tú quien decida cuántos minutos de adelanto tendrá mi vida. Y nunca me lo dirás. Pasarán los años y yo me regiré por el reloj que tú me hayas impuesto. Y como nunca podré saber si el tiempo corre dos o dieciséis minutos por detrás tendré que asirme al tiempo que tú hayas decidido establecer. No podré correr el riesgo, pues nunca sabré la hora real.
¡Estás como una cabra!
Sí. Quizá. Pero es la única forma. Te parecerá una estupidez pero lo he pensado detenidamente. Por supuesto, no adelantarás una hora mi vida. Ni un minuto tampoco. Te moverás en un margen entre dos y veinte minutos, un margen real. Y así la incertidumbre será real. Pasados tres meses cambiaremos ese tiempo, lo alargarás o lo acortarás, pero siempre dentro de ese margen. Es evidente que yo trataré de jugar a adivinar en qué límites te mueves. Pero Jane, tendrás que ser lista. Y manejar mi tiempo de una forma en la que jamás sepa si vivo cinco, diez o quince minutos por delante. Y así, si eres capaz de engañar y manipular mi reloj mental, podré vivir siempre un poco adelantado. Un breve margen de error que me permita vivir en esta dimensión. Con perdón por la exageración.

Jane pensó un tiempo. Y acabó por entrar en el juego de Phil, adelantando su reloj dentro de los márgenes reglamentarios.

Fue así que cambió su vida para siempre. Tenía Phil entonces diecisiete años y Jane dieciséis. Ninguno supo nunca que todos los minutos que Jane fue adelantando y atrasando siempre dentro de los márgenes que Phil había establecido evitaron o pospusieron multitud de acontecimientos: dos touchdown y el campeonato universitario, un suspenso en matemáticas, un leve accidente de moto, el robo de una pulsera, la sopa derramada por la mesa, un fox-terrier que nunca fue mascota de nadie… Quizá incluso cambios que no podemos ni debemos juzgar ahora: un accidente múltiple en Perth, una medalla de plata de un keniata, la caída de un presidente uruguayo por un caso de corrupción…

Phil.
¿Sí?
¿Por qué nunca te gusté?

Habían pasado cincuenta años.

Phil calló. Miró su reloj y se preguntó qué hora sería, si le daría tiempo a visitar la tumba de su mujer en el cementerio de Austen Hills…

jueves, 17 de junio de 2010

Notas marraqueñas


Viajar en el tiempo es relativo, valga la redundancia.
Quizá no posible, sí al menos es aproximativa la experiencia de llegar a una ciudad como Marrakech.
No sé cómo es Fes, Casablanca, Rabat, Essaouira o Chaouen.
Sé cómo es el decorado hollywoodiense de la Medina de Marrakech.
Y para mí eso es como meterme en el Delorean y llegar a los años sesenta.
Lo cierto es que son los años diez, los críticos años diez del siglo XXI.
Los años de la crisis global, de las comunicaciones y el cambio climático.
Por eso en Marrakech todo el mundo tiene un teléfono tribanda con el politono de las mil y una noches.
Antes se paraban en lo alto de una montaña y miraban el tiempo pasar.
Ahora hacen lo mismo pero le mandan un SMS al de la montaña de al lado.
Tienen tecnología, sí.
Y una dentadura terriblemente interesante, llena de texturas y matices.
Claro que para qué cuidarse los dientes si hay un tipo en la plaza con recambios de todos los tipos y colores.
En Marrakech todos los caminos conducen a Jamma El Fna: "la place". Es el primer mandamiento de la ciudad. Cualquier duda, inflexión del cuerpo, movimiento arrítmico que denote parada en tu dulce caminar será percibido por cualquier lugareño como la genuina señal de que necesitas información de cómo llegar a la plaza. Esto precede al ritual de “Amigo, plaza allí, yo te llevo, yo buen musulmán, yo gentleman, yo buen mohammed, yo llevarte a la plaza, sígueme, amigo”.





Un codazo al estilo Double Dragon no será bien visto por la comunidad marrakeña.
Quizá una sonrisa pueda evitar que el tipo se te cuelgue de la cámara de fotos.
La última opción es seguirle y darle un dírham por la información, no, diez dírhams, no, dos, no, última oferta, cinco dírhams. Toma tres y vete a engañar a otro turista.
Hay quien dice que la culpa es nuestra: los hemos maleducado con nuestros cacahuetes.

jueves, 25 de febrero de 2010

Inauguro este blog...

Inauguro este blog que por regla general no tendrá contenidos.
Espero que os guste...